Afortunadamente, ni en el referendum ya celebrado ni en las elecciones de abril en el País Vasco se utilizará ninguna forma de voto electrónico.
Sin embargo, quizá para salvar la cara al presidente, o para entretener la idea de que el voto electrónico es un futuro que habrá de llegar, el gobierno ha organizado, como todo el mundo sabe, una prueba de voto por Internet, realizada en el mayor municipio de cada provincia de España, excluyendo las capitales de provincia, y con carácter meramente demostrativo, ya que los votos emitidos no se cuentan como resultados del referéndum.
En términos de participación el resultado ha sido catastrófico, ya que menos del 1% de los posibles votantes ha participado en el experimento. Los partidarios de estas cosas lo explican por la complicación del trámite para votar electrónicamente. Obviamente, sabiendo que el voto no contaba, y teniendo que ir en persona a conseguir la firma electrónica, muy poca gente se ha tomado la molestia. Pero también es legítimo pensar que, frente a lo que piensan los entusiastas, la propia idea de votar electrónicamente puede no ser atractiva para un gran número de personas.
Mucho más importante que ese fracaso en la participación ha sido el desastre de todos los aspectos tecnológicos. El Observatorio Voto Electrónico, que es una entidad vinculada a la Universidad de León, favorable a la implantación de estos procedimientos, pero consciente de la necesidad de que se hagan con rigor, ha publicado un informe demoledor sobre esta prueba (disponible también en PDF). Échenle una ojeada, porque aunque no sean ustedes expertos en informática (ni lo soy yo) se deduce claramente que estamos ante un desastre sin paliativos.
De la lectura del informe se deducen varias cosas. La primera, es que el ministerio e Indra han ignorado olímpicamente multitud de estándares y recomendaciones internacionales para garantizar la seguridad y el secreto del voto. La segunda es que que todo tiene un aire de improvisación y falta de rigor que refuerza la sospecha de que se ha hecho una operación de imagen más que otra cosa. La tercera es que el ministerio y la empresa Indra se han negado a ser auditados por agencias o autoridades independientes, actuando como jueces y parte en el experimiento. La consecuencia lógica de todo ello es simplemente que nuestras autoridades (Ministerio del Interior y por encima de él la Presidencia del Gobierno) no son dignas de nuestra confianza para organizar un procedimiento de voto electrónico. El informe del OVE lo dice así:
El OVE deduce, a la luz de los hechos, que las partes implicadas, Ministerio del Interior e Indra Sistemas, S.A. no reúnen capacidades para monitorizar y administrar una hipotética administración electoral electrónica a tenor de la acumulación de despropósitos que coinciden en la PVI [prueba del voto por Internet].¿Cuál es la conclusión final? Ahí diferimos claramente el OVE y yo. Para los miembros del OVE, hay que seguir perseverando en la idea del voto electrónico, y conseguir convencer a nuestro gobierno de que ponga en marcha, algún día, un sistema de voto electrónico que cumpla todos los estándares y mecanismos de seguridad que han sido violados en este experimento.
Para mí la conclusión es bien distinta. Lo que el informe prueba es que la propia idea del voto electrónico a distancia es un error. Es tal el cúmulo de posibles errores, vulnerabilidades y debilidades del sistema que simplemente no merece la pena utilizarlo. Para la inmensa mayoría de los electores, es imposible distinguir entre un sistema de voto electrónico seguro y uno que no lo es. La aceptación de un sistema de voto electrónico sería un acto de pura y dura fe en las autoridades y técnicos que nos dijeran que el sistema es seguro. Supongamos que dentro de unos años el OVE certificara como totalmente fiable un sistema de voto electrónico. ¿Por qué habríamos de fiarnos? ¿Es que no se han dado violaciones de seguridad en sistemas que sus gestores creían que eran super-seguros, como los de bancos u otras empresas?
Simplemente no necesitamos el voto electrónico, y desde luego no el voto electrónico a distancia. Lo que ganamos es irrelevante (rapidez del recuento, algunos votos extras que podrían igualmente obtenerse con un voto por correo mejor gestionado que el actual). Lo que podemos perder es toda la confianza en que las elecciones son limpias.
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